Sara Gallardo
Textos: Paula Vasile (@pauvasile)
Ilustración: Julia Reyes Retana (@julitareyes)
La manera en que llegué a Sara Gallardo fue completamente azarosa: caminando por las calles porteñas de mi barrio, encontré en el suelo la tapa suelta de uno de sus libros, Los galgos, los galgos. La levanté con curiosidad y la guardé. A los pocos días, en una librería de usados, vi detrás del mostrador una edición gastada de Pantalones azules. Entonces, sentí la necesidad de leerla. Nunca había escuchado su nombre y no me sorprendió: las decisiones del mercado editorial siempre dejaron de lado a escritoras como ella, como Silvina Ocampo.
Comencé a leerla por el libro de cuentos El país del humo. Cuando lo terminé, yo ya no era la misma. Sara Gallardo, escritora y periodista argentina que nació en 1931 en una familia tradicional burguesa y murió en 1988, en Buenos Aires, de un ataque de asma, se volvió una autora de esas que transforman la experiencia lectora. Al cerrar sus libros, resulta imposible evadir la emoción. Sus obras se resisten a ser leídas con facilidad, a seguir las estructuras preestablecidas y requieren un lector activo con capacidad de disfrutar del acto de lectura.
El estilo de Gallardo es difícil de clasificar. Sin dudas, no está dentro del canon (patriarcal y normativista) de su época. Algunas de sus novelas (Enero o Los galgos, los galgos) y cuentos tienen como escenario el paisaje rural (ya sea de la Patagonia o el norte argentino), el que describe como nadie, apropiándose de los sentidos, colores y animales. En Eisejuaz, una novela extraordinaria sobre la vida de un indio mataco, recrea con naturalidad absoluta el lenguaje y habla de sus personajes. A sus vez, profesionalizó la escritura y esta se volvió su medio de subsistencia. Pero como periodista y corresponsal, también es otra Gallardo: escribe con rebeldía, es irreverente frente a los temas de actualidad.
Tal vez sea eso lo que atrae de Gallardo, que es muchas escritoras en una. Con respecto a eso, decía: “Las obras son las máscaras del autor, no su cara oculta ni su retrato. Por eso buscar en las obras lo más entrañable del autor es un error”.
A finales de los ochenta, su obra se volvió inaccesible. Dejó de ser leída. La crítica la ignoró. Se debió, en parte, a que era mujer. Por otro lado, se hizo una lectura clasista de su obra, dejando de lado los muchos sentidos que podemos atribuir ahora a su tan variada producción. En los últimos años, fueron las editoriales independientes las que la rescataron y revalorizaron. Hoy es posible releer sus obras de ficción y columnas, y volver a escuchar todas sus voces.
María Paula Vasile es traductora e intérprete graduada de la Universidad del Salvador, Argentina. Las ganas de compartir y recomendar lecturas la llevó a co-crear el blog Booklosophy, en donde escribe reseñas y coordina un club de lectura. Desde este espacio, busca promover y descubrir literatura escrita por mujeres.
Llegó a La pluma abominable a través de una reseña del libro “Los niños”, de la genial autora colombiana Carolina Sanín. Para Paula, La pluma abominable es un proyecto maravilloso, que rompe fronteras y une. Se trata de una revista cultural colectiva de, sobre y para mujeres, que permite descubrir qué estamos pensando y creando en las distintas latitudes. Es la hermosa posibilidad de compartir contenido e ideas en una plataforma, de leernos y escucharnos.
Las mujeres nos estamos movilizando y creando nuevos espacios. Sin dudas, esta revista digital es uno de ellos. Además este proyecto es colaborativo, por lo que la participación está abierta a todas aquellas que quieran comunicar, discutir y recomendar proyectos creativos realizados por mujeres. Para colaborar, escriban a lapluma.abominable@gmail.com.