Claudia Zamora
Textos: Jimena Salas (@LaJimeSalas)
Ilustración: Julia Reyes Retana (@julitareyes)
Entrevista a Claudia Zamora, directora del documental: The Market
Claudia Zamora Valencia no para. Es creativa, generosa, abierta, apasionada y contagia sus ganas por hacer cosas. La formación de Claudia no es en cine, sin embargo su cámara la ha acompañado siempre. Su primer acercamiento con las imágenes fue en Oaxaca, en el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo. Dejó Oaxaca para estudiar la licenciatura en antropología cultural en Cholula, Puebla. Su curiosidad y ganas de viajar la llevaron a involucrarse en diferentes proyectos tanto en la costa de Oaxaca, donde realizó su proyecto de investigación de campo para su tesis de licenciatura como en Baja California. En ambos lugares documentó y analizó proyectos de conservación de la naturaleza y su impacto social.
Hoy Claudia vive en la ciudad Nueva York y trabaja para una organización que capacita y aboga por los derechos de las y los trabajadores que no tienen un estatus migratorio regular, y que trabajan en la industria de la construcción o limpieza. A lo largo de estos años lo que ha marcado el trabajo de Claudia es su voz crítica y un genuino interés por develar los matices y la complejidad de los procesos sociales y económicos. Y esto es lo que logra en su documental The Market, que recientemente fue presentado el Ambulante.
En The Market se ven reflejadas muchas de sus experiencias de vida. El cortometraje fue su proyecto de titulación de la maestría en medios visuales, y se centra en un farmers market (mercado de granjeros) ubicado en un barrio gentrificado de Brooklyn, Nueva York. Utiliza la ficción para reflexionar sobre las prácticas de consumo, el contraste entre la experiencia de comprar en un supermercado y en un mercado, el acceso a los productos locales, la calidad y el sabor de los productos mientras devela todas las capas que hay detrás de dicho mercado. Además, sigue las relaciones entre los clientes, los agricultores y sus productos.
Este tipo de mercados comenzaron en la ciudad de Nueva York en los años 70, son particulares, por que venden productos locales, de mucha calidad, algunos productos son orgánicos, no son fijos y tienden a ser más caros que un supermercado.
¿Por qué elegiste el tema del farmers market?
El mercado fue uno de los primeros lugares donde trabajé en esta ciudad. Una de las reacciones que tuve al pasar tiempo ahí y observar las interacciones entre la gente y los productos fue preguntarme, ¿por qué les llama tanto la atención si es un mercado? Yo crecí en la ciudad de Oaxaca, muy cerca del mercado de La Merced. Para mí la idea del mercado y la relación con la persona que vende los alimentos había sido parte de mi vida cotidiana. La persona que vende frutas y verduras me conoce, conoce a mi hermana, a mis papás, a mi sobrina. Yo conozco a sus hijas. De cierta manera, es una relación orgánica. Aquí me llamaba mucho la atención ver cómo el parque donde se instala de manera itinerante el farmers market que analizo en el cortometraje se convertía un espacio efímero. Un lugar donde se construye y se deconstruye una relación que no necesariamente existe en la ciudad, o a la cual la mayoría no tiene acceso.
¿A qué te refieres cuando hablas sobre la experiencia de nostalgia que hay detrás del farmers market?
Pienso que la nostalgia es una tendencia en ciertas relaciones de consumo, particularmente en la actualidad. Aquí en Nueva York es evidente en los farmers market. Esto es lo que seguí y traté de analizar en la película. Es esta idea de poder conectar con el lugar de donde viene tu comida, incluso la estética del lugar; se utiliza el menos plástico posible y mucha madera. Se echa mano de todo lo que te haga sentir como que estás en un paseo. Es una experiencia.
Hay gente que hace su mercado allí, que gasta una buena cantidad de dinero en comprar sus cosas para la semana. También hay gente que paga con food stamps* pues hay muchos esfuerzos del gobierno para que la gente tenga acceso a estos productos. Hay mercados en los que las interacciones entre los clientes y los productos son muy distintas. En el mercado que sale en el cortometraje, hay quienes incluso sólo compran donas y café mientras pasean a sus perros en el parque. El mercado es un punto de encuentro. Hay una nostalgia por el espacio público.
¿Por qué elegiste ficción para narrar tu documental?
Porque considero que en las películas - de cierta manera, todo es ficción, es construido. Fue útil echar mano de distintas herramientas, incluida la ficción, y utilizar la distancia que ofrece para construir la historia. Tradicionalmente se espera que el cine documental represente la “realidad” pero cualquiera que ha tomado una cámara sabe que hay performance. La parte analítica siempre ha sido muy importante en mi trabajo, particularmente en la construcción y representación de las imágenes. Durante la maestría me enfoqué en estudiar historia del cine documental, incluyendo nuevas perspectivas, e hice una colaboración con una profesora para desarrollar una clase sobre el Tercer Cine. A través de estas clases descubrí que había formas “no convencionales” para transmitir ideas y contar las historias.
Para hacer el cortometraje estuve viendo material de los 50 y 60, películas didácticas que se utilizaban para educar a la gente sobre ciertos oficios o industrias, por ejemplo sobre cómo ser cajera. Existe todo un mundo de este tipo de películas y me parece muy interesante su función en términos culturales, su valor como archivo, y su estética. Entonces quería jalar por ahí. Jugar un poco con la idea del experto, o en el caso del corto, de la experta hablando sobre la agricultura en un tiempo pasado. Utilizo la alegoría y la ciencia ficción para describir una cadena productiva extinta, que de otra manera sería algo ordinario. Como audiencia, las películas que me parecen más efectivas cuestionan roles y eso es lo que traté de hacer. Además de jugar con distintos tipos de material de material visual, incluyendo lo del mercado que es meramente observación, luego lo del laboratorio que es totalmente construido.
¿Cómo iniciaste la idea del documental y cómo fue el proceso creativo de tu documental?
En un inicio quería que el documental fuera más sobre el trabajo agrícola y después me di cuenta que era más interesante la parte del consumo porque eso es algo que no se discute tanto. Es más común el tema de los trabajadores, sus condiciones laborales y la lucha por sus derechos. Tengo mucho material de marchas, tengo entrevistas con trabajadores, pero después me di cuenta que esa no era la historia que quería contar, o el punto que quería hacer. Fue un proceso difícil encontrar la forma adecuada para contar la historia. No quería que quedara como que hay buenos y malos. Quería transmitir las “capas” que hay en el intercambio de productos y dinero en los mercados, la complejidad que tiene un proceso tan común y tan atractivo para muchas personas.
Claudia, tú entendiste que había una desconexión entre la gente que compraba en el mercado y la historia que había detrás en el campo.
En un verano, antes de iniciar el proyecto, hice un recorrido con unos clientes del farmers market para conocer la granja. En los campos había trabajadores jamaiquinos y mexicanos recolectando duraznos, una actividad dura no sólo por las altas temperaturas y la maniobra, sino por el pelo que suelta el durazno. Veníamos en una camionetita entre los campos de cultivo y uno de los clientes preguntó sobre las condiciones laborales de los trabajadores. El granjero explicó que eran trabajadores de temporal y que regresaban a sus países una vez terminado su trabajo. Ellos dijeron algo así como: ¡Qué bien que regresan de vacaciones para ver a sus familias! La reacción me pareció fuera de lugar, al mismo tiempo que me mostró la falta de información sobre el trabajo temporal. Creo que ese fue el punto que pensé que la gente que está comprando en esos mercados no alcanza a ver la cadena completa, y me parece que es muy crítico no verla completa. Me parece muy interesante ver todo lo que se construye en este proceso.
El sabor es un elemento que destacas en tu documental ¿Por qué es importante para ti en esta historia?
En el caso del mercado que sigo en el cortometraje, el sabor es algo clave. El sabor de los productos que se producen en escala pequeña es diferente y como consumidora del mercado estoy totalmente de acuerdo que es mucho mejor que los productos industrializados. La calidad, la escala de producción y la temporalidad son cuestiones muy relevantes. Son las razones por las que la gente acude a dichos mercados. Cuando comes algo de temporada es distinto. Cuando intento comer plátano, papaya o aguacates aquí en Nueva York, es un fracaso todo el tiempo.
Por otro lado, el sabor es una experiencia individual, una percepción meramente personal. Cuando estuve estudiando la producción de las manzanas fue fascinante aprender sobre el diseño genético de la planta. Como se crean las variedades de los productos a fin de generar sabores, texturas. Al mismo tiempo, me parece interesante cómo y en qué momento ciertos sabores se vuelven parte de una conversación o parte de un consumo de clase. Es como el caso del kale, yo en México nunca lo comí y luego cuando regreso a casa veo que hay kale por todos lados.
Durante el proceso de investigación, leí bastante sobre el sabor a nivel personal y como elemento cultural. Me parecía que era un buen punto de partida, además, me permitía jugar con los sentidos. También me parece muy interesante cómo el sabor se asocia con la escala de producción, con el precio y cómo de cierta manera, se ha convertido en un lujo.
Una vez que terminaste el documental, ¿qué te dejó?
La producción y sobretodo la edición del corto fueron parte de un largo proceso siempre acompañado de otras actividades y trabajo. Fue un proceso del que aprendí mucho, particularmente sobre cómo se puede utilizar la creatividad para transmitir un análisis en un lenguaje más accesible. A veces tengo esta frustración con la academia, la cual me encanta, pero no es tan efectiva para comunicarse con una audiencia más grande y menos especializada. El arte te permite generar estas conversaciones con otras audiencias. Eso es lo que me dejó esta película.
Desde enero del año pasado colaboro con una organización de base en la que hago un trabajo más organizativo y de programación, enfocado al acceso a servicios para trabajadores migrantes. Es un lugar donde aprendo todos los días y de donde quizás surga otro proyecto creativo.
Por el momento Claudia está totalmente enfocada en su trabajo en la organización NICE (New Immigrant Community Empowerment), una organización que lucha por el derecho a un trabajo digno de los inmigrantes indocumentados. Desde que llegó a Nueva York y trabajó en el Consulado de México en el Departamento de Asuntos Comunitarios, conoció y se vinculó con organizaciones de base. Han sido experiencias de las que ha aprendido mucho y han marcado su paso por esa ciudad. Por el momento vive contenta allí, es un lugar que le brinda muchas posibilidades para conocer gente y vivir inspirada y contenta. Su ideal es encontrar un equilibrio entre su trabajo organizativo, la academia y el arte.
Jimena Salas es comunicóloga y socióloga, mamá de dos y creadora de Suabs.