Lo viejo también brilla: volví a ver Take This waltz
Ilustración y texto: Julia Reyes Retana (@julitareyes)
Volví a ver Take this Waltz, las otras veces que la había visto (sí, soy de ver las películas varias veces) me había gustado mucho pero no me había hablado tanto como esta vez. Antes la veía con una especie de deseo secreto o una premonición fantástica, un saber que va a pasar; esta vez la vi ya con algunas certeza en la bolsa.
Toda la película estuve deseando que la dirigiera una mujer para poder escribir de ella aquí en La Pluma y pues sí, resulta que es de Sarah Polley (wikipedeénla, su vida da para una peli), la recordarán actuando en películas como La vida secreta de las palabras y Mi vida sin mí, ambas de Isabel Coixet y con suficiente material para otra reseña. Y, aunque no es lo más popular que haya reseñar una película que tiene casi diez años, me pareció prudente y necesario (la verdad me dieron ganas y ya, pero siento que esa justificación me da más credenciales).
La historia es algo así: es Montreal y es verano, hay calma, mucha luz bonita y colores brillantes; una pareja jóven, establecida y aburrida como el olor a pollo; ella, que le tiene miedo a tener miedo, conoce a un hombre que resulta ser su vecino y con quien hay una conexión desde el primer momento. La historia, que no se las voy a contar entera aunque mi genética me diga lo contrario, no es nada nuevo y como bien dicen en una de las mejores escenas de la película: “todo lo nuevo se vuelve viejo algún día” (tssss).
Me gusta:
La poca onda que, se ve desde lejos, hay en la pareja establecida. Una incomodidad que resulta familiar.
Los colores en el vestuario, sobre todo el de ella.
Mis escenas favoritas:
Haciendo acuaerobics (qué palabrón) con sus amigas y unos rucos en la alberca, se ríe tanto que se le sale poquita pipí y la alberca se pinta de azul oscuro (un mito noventero por fin revelado, ¡aguas!)
Ella (que además es Michelle Williams, díganme quién no la ama) está sentada junto a él en un juego mecánico. Después de varias vueltas de excitación y atracción contenida mientras suena “…video kill the radio star…” (se sugiere cantarla en la mente) da una vuelta con esa cara de haber descubierto que lo único siguiente que se puede hacer es brincar al vacío, es decir, cara de “fack…”.
Por supuesto, la secuencia con la canción de Leonard Cohen que da título a la película, en la que podemos ver el principio, el medio y el final (aunque no siempre sea el final) de casi cualquier relación de pareja monógama; dando vueltas en ese círculo destinado a terminar, a volver a empezar, a seguir empezando o a seguir dando vueltas sin fin.
¡Listo! si no la han visto véanla y si ya la vieron vuelvan a verla.
Ay, por un momento pensé que el actor era el mismo que hace al sacerdote en Fleabag, ya el Sr Google me dijo que no, pero ufff Fleabag, creo que será la siguiente en reseñar. La voy a tener que volver a ver ;)
Julia Reyes Retana C. es arquitecta, aunque nunca se ha dedicado a la arquitectura. Durante muchos años su oficio principal fue el diseño de escenografía, iluminación y vestuario para teatro y el secundario el diseño y confección de distintos productos textiles. En algún momento cerca del 2015 las cosas se voltearon y el oficio secundario se convirtió en el principal, hoy tiene un taller y marca de costura “Chocochips Costura de Estación” dedicado a la producción de objetos textiles y a la impartición de cursos de costura y técnicas textiles. Dibuja desde que tiene memoria y la ilustración es una especie de tercer oficio y la base de la que germinan todos sus proyectos, dibujos que se transforman en cosas. Actualmente dibuja todos los días y a todas horas.