A la vuelta de: Frontera Interior
Texto: Valentina Winocur (@mevalele)
Ilustración: Julia Reyes Retana (@julitareyes)
Nuestra relación con la lengua es un tema inagotable, un vínculo vivo y creciente que, aunque nos une como colectivo, termina por atravesarnos de formas íntimas y diversas. Las palabras perforan nuestros límites, por más resistentes que estos sean, y anidan dentro de nosotras. En Frontera Interior, Astrid López Méndez explora las grietas que se forman cuando apostamos por el lenguaje, y las astillas brillosas que quedan en el suelo. Usando palabras propias y ajenas, este libro habla desde varios frentes sobre la pertenencia, lo ajeno y la posibilidad de encontrar cobijo en la poesía; las letras como un espacio a donde mudarnos.
A lo largo del libro, la narradora teje experiencias personales sobre su infancia y el desarraigo con fragmentos de la vida y las obras de distintos autores y autoras. Revela algunos momentos de su niñez que se intuyen como aproximaciones al lenguaje: una madre que lee a Sor Juana, una niña que va a pedir dulces recitando calaveritas, una familia que va perdiendo el habla o el llanto que le produce la letra de una canción. Son recuerdos conmovedores y seleccionados con cuidado, responden, en parte, a una de las preguntas que plantea el libro: “ahora que no estamos obligados a memorizar nada, ¿qué elegimos recordar?”.
La narradora también muestra con franqueza la resistencia que tiene hacia esta poesía, precisamente esa frontera interior “que nos inhabilita para hacer contacto con la poesía”, como menciona, citando a Ben Lerner. Confiesa que eligió el camino contra lo cursi, buscando huir de lo que pensaba era la poesía. Sin embargo, quería creer “en las palabras que una persona se dice a sí misma” y desde chica invocaba ese puente sin darse cuenta.
Conforme continuamos este recorrido sinuoso vemos cómo, al distanciarse de su hogar y su familia, la narradora comienza a habitar las letras y, de alguna forma, pertenecer a otros lados. Su búsqueda se modifica y expande a partir de las resonancias y desacuerdos con sus lecturas. A la expulsión de Joseph Brodsky de la Unión Soviética, al fluido sonoro que advierte Yásnaya Elena A. Gil o a Anna Ajmátova destruyendo sus poemas por miedo a que fueran descubiertos. Habitando esas letras se vuelve “un negativo familiar, un yo ausente” y llegar ahí no la exime del dolor, por el contrario, sostiene que “entregarnos a las palabras también es conceder que podemos lastimar y ser lastimados con ellas”. La guerra contra la poesía permanece, sin embargo, la narradora no renuncia a su apuesta: su frontera interior mantiene una puerta abierta. Asegura que, en este sentido, está aprendiendo a hablar. Por ahora, sus palabras ya dieron con el ángulo exacto para atravesar la frontera de quien las lee.
Elegir, leer, subrayar, anotar, discernir, coincidir, conmoverse, decepcionarse, alegrarse, terminarlo, incorporarlo. Sumar otra voz a la narración. Llegar desde otro lugar hacia esas páginas. Tratar de entender de dónde se viene. Volver a escribir sobre el libro. Que sus palabras den lugar a nuevas palabras. Que sus preguntas abran más preguntas. Agarrar un libro y darle la vuelta.
Valentina Winocur es mexicana y argentina. Escritora y editora. Estudió Comunicación Social en la UAM Xochimilco y una maestría en Creación Literaria en la Pompeu Fabra. Es feminista y está harta. Obtuvo la beca de la FLM y el FONCA. Siempre anda como quien no quiere la cosa. Pertenece a la generación millenial pero todavía no abre Tiktok. Tiene más preguntas que comentarios. Odia escribir pero le encanta haber escrito.
Julia Reyes Retana es arquitecta, aunque nunca se ha dedicado a la arquitectura. Tiene un taller y marca de costura “Chocochips Costura de Estación” dedicado a la producción de objetos textiles y a la impartición de cursos de costura y técnicas textiles. Dibuja desde que tiene memoria y la ilustración es la base de la que germinan todos sus proyectos, dibujos que se transforman en cosas. Actualmente dibuja todos los días y a todas horas.