¡Nunca más un México Sin Nosotrxs!: La vocera y el cine en comunidad

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Texto: Gabriela Jáuregui
Ilustración: Julia Reyes Retana

Nunca

Nunca he tenido una credencial del INE.

Cumplí quince años ese mismo enero del levantamiento zapatista en Chiapas. La edad de la pedrada. Del rifle revolucionario. Del pasamontañas como esperanza. La edad de cambiarlo todo. Todo aquello con lo que crecí como mujer chilanga privilegiada, fuera por la ventana. Iba corriendo (literal) a mi amado hornazo (el Parnaso de Coyoacán) por una copia de La Jornada y volaba por las páginas hasta encontrar el siguiente comunicado “desde las montañas del sureste mexicano”. Esa fue mi formación sentimental y política de adolescencia. Revuelta con un buen de poetas malditos y mucha repugnancia por mi situación. Cuando cumplí 18 no quise votar. Cuando la “esperanza” era sacar al PRI ya sabía yo que todos esos partidos eran parte del mal gobierno, cómplice de esa hidra capitalista. Nunca saqué mi credencial. Nunca voté ni quise participar en esa charada de la democracia mexicana donde siempre, siempre pierden los mismos.

Así fue hasta el 2017, es decir, 20 años después de que tuve el derecho a votar. Hasta que el 7 de octubre de 2017 María de Jesús Patricio Martínez, conocida cariñosamente como Marichuy, presentó su registro como candidata independiente a la presidencia en el INE y por primera vez me sentí convocada. Por primera vez me involucré en este proceso y no sólo saqué mi credencial del INE, sino que también me propuse como auxiliar para recabar firmas para su candidatura. Justamente porque, como lo explica el Congreso Nacional Indígena y el Concejo Indígena de Gobierno del que Marichuy era la vocera, la que lleva la voz colectiva como representante, esta no era “una iniciativa electoral, sino una propuesta política de organización y lucha”.  Ahí nomás se había volteado toda la tortilla democrática.

Quizás te preguntes por qué hablo de mis temas personales e individuales y si vienen al caso aquí en un texto sobre un documental. Pero es que quiero empezar contándote por qué La Vocera me habla, por qué, tal vez, también te hable a ti. Porque su voz que es la de miles, me interpela —y en ella nos tejemos en plural, como lo demuestra esta película y las luchas y esperanzas que documenta.

Más

Más dolor y más muerte en este país, pareciera imposible. Más despojo. Más proyectos de extractivistas disfrazados de progreso. Más feminicidios. ¿Cómo lo vieron venir los concejales y concejalas? ¿Cómo adivinaron que había que hacerse visibles en esa precisa coyuntura de la historia con una candidatura? ¿Qué mejor arma/herramienta/conjuro/antídoto de los pueblos contra la muerte y para construir un futuro de vida (viable) en esta tierra, que la candidatura de una vocera mujer, médica tradicional nahua, a la presidencia de un país herido y doliente?

Me parece que adivinar es una palabra estúpida que uso, en realidad no adivinaron nada, lo sabían por experiencia: ellxs en el CNI-CIG lo sabían porque llevan sobreviviendo y resistiendo ante el genocidio y la destrucción de sus mundos desde hace ya más de 500 años y su experiencia les dijo que vivimos las patadas de ahogado de esta hidra capitalista que está destruyendo el mundo y que la precandidatura de Marichuy a la presidencia, más que una aspiración al poder, era una forma de señalar el mal gobierno, las estructuras racistas y machistas de la supuesta democracia de este país pero también una forma de compartirnos la bola de cristal metafórica de su resistencia, una herramienta de futuridad y reexistencia en el sentido que articula la geógrafa Mvskoke, Laura Harjo quien escribe que “las instituciones, leyes y prácticas [coloniales persisten y] operan para eliminar lenta e insidiosamente a las personas indígenas y otros grupos que no son blancos y heteronormados. El colonialismo tiene un impacto de largo alcance y opera como despojo expansivo. Además labora para despojar a las comunidades indígenas de sus futuros—futuros imaginados desde sus propios términos con sus propios saberes”. Esta candidatura pues era justamente una forma de imaginar y construir y tejer el futuro desde los imaginarios y saberes de quienes llevan habitando este territorio ahora llamado México desde hace siglos. Y de invitarnos a escuchar, a desaprender, a dejar nuestras economías de escasez y muerte y sumarnos a la lucha por la vida y el territorio, que son sinónimos, y que como bien demuestra el documental de La vocera de sur a norte del país está sucediendo y nos compete. El documental revela que la candidatura, la vocería y la “flor de la palabra” como herramienta de futuridad articulan, además de la resistencia, cómo ésta se gesta desde la soberanía y autonomía, los saberes comunitarios, el poder colectivo organizativo y la imaginación.

Un México

Un México que no es uno: este es el territorio que son muchos con muchas luchas que a la vez son una. Muchos pueblos y naciones bajo un Estado regido por el capitalismo y la opresión. Este es el meollo del documental de La Vocera, porque es la clave y la búsqueda de la candidatura de Marichuy. María de Jesús Patricio Martínez, candidata a la presidencia del Congreso Nacional Indígena y Concejo Indígena de Gobierno, en todo momento iba rodeada de mujeres concejalas de distintas regiones del país, el equipo del documental acompañó, caminó, manejó por los más de 24 estados en los que fue haciendo campaña. Al obtener el acuerdo del CNI-CIG para este proyecto, grabaron más de 300 horas de material, de charlas íntimas, de asambleas, de reuniones, de paisajes y de historias para trenzar en La vocera una oda a la resistencia y dignidad de los pueblos, una oda a la vida en este país de muerte.

¿Y cómo entretejer y decantar 300 horas en un documental de a penas dos? Parece un reto infranqueable, pero, bajo el mantra de Marichuy de “falta lo que falta” y el lema zapatista de “vamos lento, pero vamos” poco a poco fueron trenzando una narrativa potente y coherente, dolorosa y esperanzadora.

Uno de los gajos de la trenza, digamos que su pretexto, ese gajo que jalas al mero inicio pero que luego va quedando escondido entre los otros cuando te peinas, es la ya mencionada precandidatura de Marichuy a la presidencia. El otro gajo es las luchas y reivindicaciones de las distintas comunidades por las que ella va haciendo campaña y gracias a esto, las vamos conociendo nosotrxs.  Y digamos que el más finito de los gajos de la trenza es el de la vida de Marichuy, cómo llegó a ser medica tradicional y concejala y luego precandidata a la presidencia. Como es vocera, el documental no podía tratarse tanto de ella sino de todo lo que a través de ella se articula, pero también ella es una figura potente desde su quietud, desde su sutil forma de ir hilando la diversidad que representa en su persona: con una blusa del istmo y un rebozo palomo de Tenancingo un día, un huipil chiapaneco con un collar de cuentas wixarika otro más. En un momento anda en bici recolectando medicina, en otro mientras hierbe hojas para un remedio, nos habla de las trampas que el terrateniente le hacía a su papá quien era mediero: siempre salía en “deuda” porque el patrón lo engañaba y cómo, al darse ella cuenta que la cuenta no salía, y que esto llevaba sucediendo por generaciones, se organizó con otrxs que habían sufrido las mismas injusticias y así se involucró con la lucha campesina y de allí sus conexiones con el llamado “de los hermanos mayores” zapatistas, como ella los nombra. En otros momentos la vemos haciendo su trabajo con un niño, sobándolo, pero también la vemos abrazada y acompañada por mujeres valientes y admirables: Araceli Osorio en la ciudad de México, Insurgentas zapatistas de rangos varios, Guadalupe Vázquez Luna, sobreviviente de la masacre de Acteal y concejala tsotsil, Yamili Chan en Yucatán, Carmen García de Aldama en Lomas de Bacúm, Sonora. Así, el documental, como la candidatura misma de Marichuy lo que busca más que centrarse en la persona, es enfocarse en lo que ella representa, las voces que ella porta que son muchas y nos dicen mucho y resuenan en el documental con fuerza.

En conversación con la periodista Daliri Oropeza (quien también acompañó la campaña a lo largo y ancho del país) la directora, Luciana Kaplan, dice que: “Había varias líneas narrativas. Yo tenía muy claro que quería contar la historia de la campaña de Marichuy pero no solamente eso, quería contar por qué estaba luchando, o sea, qué estaba pasando en las comunidades, en el país, con el territorio; qué implicaba la defensa del territorio, la búsqueda de la autonomía.” El documental me parece que respeta y honra la candidatura de Marichuy, no centrándose en ella como héroe individual (la forma de narrar desde el capitalismo hollywoodense) sino que la va desdibujando para trazar cada vez con mayor contundencia las luchas que se articulan a través de su candidatura.

Como diría el poeta maldito Rimbaud, yo es otro, y entonces Marichuy también –y sobre todo– es la otra, el otro, un nosotrxs que desde abajo y a la izquierda invita, convida. Y es también como sujeto, un reto narrativo para cualquier documental, sin duda. Pero “Lo que nos va a hacer caminar en la vida son las preguntas y no las respuestas,” dice Yamili Chan de Sanahcat Yucatán, una de las voces más valientes, desobedientes e inspiradoras que se hacen escuchar en el documental. Y La vocera es un documental como pregunta abierta. Mirar y escuchar a Yamili, y a Carmen, y a Marichuy, y a Lupita, y a Carlos González asesor jurídico de la comunidad wixárika, a las estudiantes organizadas, y a tantxs más presentes en La vocera es (des)aprender de esas preguntas y mirar cómo van ensayando respuestas posibles en rebeldía. Es reconocer cómo, a través de esta candidatura que según los medios raciclasistas de comunicación “falló” o no logró alcanzar las firmas, en realidad se logró muchísimo, sin ningún peso del INE sino “como se hacen las fiestas en las comunidades”, como dice Marichuy: su campaña logra demostrar que el emperador está desnudo, desenmascara un sistema político corrupto en el que algunos candidatos con cientos de miles de firmas falseadas y dineros turbios logran la candidatura “independiente”. Mientras que la vocera lo que logra es algo mucho más importante: articular luchas a lo largo y ancho, multiplicar concejales y reforzar la organización comunitaria.

Sin nosotrxs

Sin nosotrxs y en la exclusión pero sobre las vidas y territorio de ese nosotrxs que articula el CNI-CIG en Marichuy es que se construye este país. Es ese nosotrxs del que Marichuy es vocera que cuida y defiende la vida, ese nosotrxs que resiste los megaproyectos de muerte con los cuerpos y la vida, para que la vida siga: “Si la destrucción y muerte es el progreso pues estamos en contra. ¿Progreso para quién? ¿Desarrollo, pero para quién?” pregunta incisivamente Marichuy al inicio del documental mientras vemos paisajes hermosos de su comunidad en Jalisco. Y es una pregunta que hace una y otra vez a lo largo de su recorrido de campaña.

Hay mucho que decir al respecto de este documental y las luchas que retrata. Hay tantos momentos de esperanza e inspiración —escuchar a las concejalas hablar, recuperando la participación política de las mujeres; los partidos de fut de las mujeres zapatistas, sus obras de arte; presenciar las asambleas constitutivas, los miles de estudiantes emocionadxs en un mitin en CU; los procesos de articulación de las luchas— pero también tantos otros donde la respiración se atora en el nudo en la garganta: escuchar cómo han matado a defensorxs de estas comunidades, cómo las compañías transnacionales lxs han engañado, falseando firmas e información; mirar a los representantes wixaritari de que llegan caminando 13 horas y cientos de kilómetros a los tribunales en Guadalajara y no los dejan entrar a su propia audiencia; mirar a Carmen hablando con Fidencio, preso en el Cereso por un crimen que no cometió para defender a su comunidad dividida por un gasoducto transnacional. Dice el dicho (ya mero cliché) que una imagen vale mil palabras, y el dolor y la injusticia de todo este proceso fundacional de nuestro país, del mito de la democracia en México para mi se cristaliza en una toma en la que el dedo ajado de un hombre mayor campesino trata de firmar en la pantalla de un aparato “inteligente” y la firma no se registra; es ilegible.

Hablando con Carolina Coppel, la productora, sobre cómo se gestó el documental, y sobre el mayor reto para ella, me dice que fue ese: “Dialogar con otra manera de estar en el mundo que se sale del individuo y que pasa al colectivo. Se dice fácil, pero es un choque de paradigmas y a veces no tienes los códigos para leer la conversación. Aprender a ponernos en sintonía para entender que lo que estábamos registrando era otra manera de estar en el mundo. Es una gran responsabilidad y entonces hay que poner muchísima atención y cuidado en dónde colocas tu escucha y tu mirada.” Es decir, cómo hacer esto legible en doble sentido: para allá y para acá. Le pregunté sobre quienes estaban allí documentando y porqué hacer este documental, y me cuenta que: “Hubo medios libres y colectivos registrando estos eventos, pero yo quería que hubiera una memoria y un registro para generaciones futuras, que pudieran conocer estos procesos tan esperanzadores que desde que fue el alzamiento zapatista no me sueltan la tripa. Un testimonio, un archivo, una memoria, para las generaciones que vienen. Mi esperanza era que el documento primero que nada le sirviera al CNI y luego, que no sólo le hablara a lxs que creemos en esto sino que también tendiera un puente a otrxs que no necesariamente conocen o han estado cerca de estos procesos.”

“¿Cómo se retoma lo comunal, cómo se retoma lo colectivo?” Pregunta Marichuy en La vocera. Y esa pregunta es válida para el documental mismo: ¿Cómo se cuentan los procesos comunitarios, cómo se retoma lo colectivo en un documental? ¿Cómo nos sumamos a ese nosotrxs los otrxs? Le pregunto también a Carolina qué aprendió al acompañar este proceso tan largo y complejo, “Aprendí sobre todo de Marichuy. De su manera de asumir este cargo con tanta serenidad y claridad, sin necesidad de sobresalir o ser protagónica. Ella siempre nos recordaba con su forma de hacer las cosas que era una vocera: alguien que habla por los demás: Por mi voz habla la voz de...  Me quedo con eso que le aprendí: que la fuerza está en pensarnos como colectivo, nos necesitamos unos a otros, y hay que hablar siempre desde el corazón y con la verdad.”

El documental termina, después de tantos kilómetros recorridos, físicos y conceptuales, otra vez donde empieza: en el sur de Jalisco con Marichuy, la sanadora, tejiéndose el pelo con gran habilidad. Metáfora potente de todo lo que acabamos de atestiguar, porque como dice Yamili en maya: “Estamos los que estamos, estamos aquí, estamos vivxs.” Y este documental da fe y testimonio de esos otros mundos que están gestando otro mundo.

*La Vocera debutó en el Festival de Cine de Guadalajara y estará disponible al público a principios del 2021. 

Gabriela Jáuregui nació en la Ciudad de México en 1979. Es autora de los libros La memoria de las cosas (Sexto Piso, 2015),  ManyFiestas (Gato Negro, 2017),  Leash Seeks Lost Bitch (Song Cave, 2016) y Controlled Decay (Akashic Books, 2008) y coautora de Taller de Taquimecanografía (Tumbona, 2011). Es editora y cofundadora del colectivo editorial Surplus Ediciones en México, y presidenta del Jurado del Premio Aura Estrada para jóvenes escritoras. Ha sido seleccionada como una de las 39 escritoras más prometedoras en América Latina de menos de 40 años en la lista Bogotá 39 (2017) y como Soros New American Fellow (2007).

Julia Reyes Retana es arquitecta, aunque nunca se ha dedicado a la arquitectura. Tiene un taller y marca de costura “Chocochips Costura de Estación” dedicado a la producción de objetos textiles y a la impartición de cursos de costura y técnicas textiles. Dibuja desde que tiene memoria y la ilustración es la base de la que germinan todos sus proyectos, dibujos que se transforman en cosas. Actualmente dibuja todos los días y a todas horas

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