Los niños
Textos: Irma L Uribe (@irmolauro)
Ilustración: Julia Reyes (@julitareyes)
Cuando terminé Los niños (Laguna Libros, 2014), sentí la necesidad de regresar inmediatamente a releerlo. De hecho varias veces en el libro quería volver a leer una línea, o un párrafo. Pero me vencieron las ganas de saber lo que venía, así que seguí leyendo y cuando lo acabé, lo cerré. Le di (me di) un descanso y luego volví a hojearlo para escribir esto. No lo releí tal cual, más bien lo revisité como cuando pasas por la casa de un viejo amigo pero no tocas a la puerta. Como cuando ves a alguien de otro tiempo y le sonríes pero no le hablas.
Los niños, de Carolina Sanín es un libro en el que hay muchas vidas y muchos pedazos. La verdad es que creo que el libro es eso: un pedazo. No es la historia de Laura, ni la de Fidel. Es más bien una parte de su coincidencia. Pueden leer en la contraportada que el libro se trata de una Laura - una mujer, que se encuentra a un Fidel - un niño de seis años y medio, solo, en medio de la noche. Mientras decide qué hacer con él, le busca un significado a la presencia del niño en su vida.
Yo diría que también se trata de las historias que formamos en nuestra cabeza por casi cualquier cosa. Laura se la pasa pensando (¿inventando?) razones, historias y explicaciones para todo y para todos los que ve. Yo no diría que está loca porque la verdad, ¿quién no va por la vida buscando significados? Así como Laura trata de definir las razones por las que decide trabajar como empleada doméstica y descubre que ninguna es verdad pero tampoco mentira, así es el libro y todo lo que pasa en él: está y no está, es y no es. Lo importante, creo yo, es que no deja de ser por no estar.
En Los niños, las casas imaginarias de Laura se mezclan con las verdaderas: en la que vive, en las que ha trabajado; con sus cuartos y sus jardines y sus tapices y sus puentes. Quizá de eso se trata el libro: de puentes. Tal vez ella es un puente entre mundos reales y ficticios o Fidel es el puente entre los mundos de Laura. Igual no, pero a mí me gusta “puentes”: la cosa y la palabra, que puede ser algo o puede no ser nada más que letras juntas.
Mi conclusión es que disfruté leerlo y lo leería otra vez, para buscarle significados que creo que no están. A veces las cosas son más sencillas de lo que nos gusta aceptar y creo que este libro es así: es un pedazo de historia, un tramo de varias vidas que antes fueron otras y que serán también otras después. Me gustaron Laura y Fidel y su encuentro y sus pláticas. Me reí - me reí mucho con algunas de las partes en itálicas, y Laura me cayó muy bien: porque le habla a Brús como si fuera persona y porque se hace historias en la cabeza. Es un libro rápido de leer, escrito en tres partes y capítulos cortos que se disfruta más desde la locura que desde la realidad.
Irma L Uribe es fundadora de ateconqueso, una empresa social que busca que todos los niños tengan libros en su casa. Es feminista desde hace mucho y mamá desde hace poco. Cree que los libros son también juguetes y tiene la manía de subrayarlos. Le gusta leer y escribir y junto con Luisa, creó La pluma abominable como un pretexto para hacerlo más en serio. Es autora de varios títulos infantiles y en otra vida se dedicó a la política social desde el PNUD y Fundación IDEA. Irma es Maestra en Economía política del desarrollo por la Universidad de Toronto y Licenciada en Relaciones Internacionales por la Universidad de las Américas, Puebla.