Días sin hambre: Ritos de iniciación
Por: María Luisa Sosa (@sosa_wi)
Ilustración: Julia Reyes Retana (@julitareyes)
¿Cómo superar el miedo a hacer algo por primera vez? Me enfrento a esta pregunta mientras intento elaborar mi participación inicial en este espacio de mujeres grandes. Esa reflexión me lleva a pensar en la primera novela de una escritora, cuya vida y obra no deja de asombrarme nunca. Días sin hambre (2001), es la ópera prima de Delphine de Vigan en la que seguramente sintió a tal grado el peso de este debut, que prefirió usar un seudónimo en las primeras ediciones. No era para menos, la novela tiene una veta profundamente autobiográfica, en la que una voz en tercera persona cuenta la historia de una joven de diecinueve años que decide internarse varios meses en una clínica para salvar su vida, que está a punto de evanecerse a causa de una anorexia extrema.
El relato comienza con un tajante: «Era algo externo a ella que no sabía nombrar». El temor a lo que no tiene nombre, siempre horroriza. Cuando no existen palabras para designar algo, y el caos no puede ordenarse mediante el lenguaje, el miedo nos pasma. Esa es la sensación que invade a Laure, la protagonista de la novela, que con el último aliento alcanza a pedir ayuda pues intenta optar por vivir.
Los meses que pasa en ese sanatorio, esta joven heroína se enfrenta a muchos obstáculos que la alejan de su objetivo, pero definitivamente el combate más férreo que tendrá que librar será aquél contra sí misma. Sistemáticamente aparece la idea de renunciar, de botar todo y sucumbir. Su vida y su identidad están ligadas a la terrible enfermedad, y separarse de lo que conoce la aterra.
Durante los meses de su internamiento se topa con personajes multicolores: un doctor joven cuyas palabras correctas le infunden confianza; una migrante argelina que le recuerda que su enfermedad no distingue condición social; una mujer gorda que la juzga por su falta de apetito, musitando con envidia que ella no tiene más remedio que privarse de la comida, –como si de tomar decisiones se tratara. Pero sin duda, el personaje más invasivo, y que está presente en todo momento, es la soledad. Laure vive emocionalmente aislada de todos, su conciencia al inicio ni siquiera nos permite conocer los nombres de los demás, porque eso es lo que son, simplemente los demás: los que habitan en un mundo distinto al de ella. Pobladores de un universo sin complicaciones, en el que nadie tiene que embriagarse de ayuno para evadir la triste realidad, como hace ella. Conforme la recuperación avanza, se permite por momentos cruzar ese umbral y comienza a asociar a esos seres a un nombre y a una historia, y con esas anclas de manera metafórica y literal, Laure va ganando peso en el mundo.
Aunado a la soledad, está el motivo del frío. Un frío inimaginable que le anuncia que debe elegir entre vivir o morir. Es el helamiento que le provoca la no ingestión de calorías, pero que además se agrava ante la ausencia de calidez externa en su círculo inmediato, con una madre que ha dejado de hablar y un padre que sólo habla para herir.
En el curso de su rehabilitación, la chica comienza a recobrar algo de calor, se siente arropada en el interior de la clínica. Laure espera el momento de salir de su internamiento, tanto como lo teme. Surgir a la vida real es tan traumático como ser expulsada del útero materno. Es una salida casi tan temeraria como sacar a la luz, los fantasmas más aberrantes de tu pasado en una novela, para que queden a merced del escrutinio público. En Días sin hambre, el lector se sitúa frente al vértigo y el terror que producen ciertos ritos de iniciación.
María Luisa Sosa (@sosa_wi) radica en la ciudad de Querétaro, de donde es originaria. Es abogada y Maestra en Literatura Contemporánea, comparte sus experiencias de lectura en las aulas y en cualquier espacio donde haya oportunidad. Es co-creadora del podcast "Los Li-bros".
Julia Reyes Retana es arquitecta, aunque nunca se ha dedicado a la arquitectura. Tiene un taller y marca de costura “Chocochips Costura de Estación” dedicado a la producción de objetos textiles y a la impartición de cursos de costura y técnicas textiles. Dibuja desde que tiene memoria y la ilustración es la base de la que germinan todos sus proyectos, dibujos que se transforman en cosas. Actualmente dibuja todos los días y a todas horas.