Un último respiro: Leni Riefenstahl
Textos: Valeria Matos (@matosvaleria)
Ilustración: Julia Reyes (@julitareyes)
Sin ellas la historia es incompleta. Ficciones como puentes.
Existe un momento específico. Cuando se recuerda, produce dificultad para respirar, a pesar de haber escalado montañas, rocas filosas de todo tipo en terrenos donde la presencia del oxígeno se torna difícil.
Nació con el siglo XX (1902). Fue más que cabellos dorados, ojos como piedras transparentes, cuerpo heleno y espartano, ese que resiste la danza, pero también las caminatas sobre la gran pendiente y se sostiene en rocas, desde donde se mira una tierra lejana. Tormenta en el Monte Blanco, la película del cineasta Arnold Fanck, es sólo un testimonio de ello. Escaló metros y metros. Resistió el frío de la cima, más aun: la avalancha sobre ella, necesaria para la escena en el papel co-protagónico. La nieve-hielo la lastimó, los moretones duraron días. Poco importa si observa desde el punto más alto.
—Creí que bailar resumía el futuro. Cuando se es joven una cree. Dejaré de ser joven el día de mi muerte, tal vez hoy, a los ciento un años. Me lastimé una pierna. Tenía veintidós. Nuevos caminos se abrieron. Las señales pueden ser cualquier cosa. La clave es estar atenta. Me encontré de frente el cartel publicitario de La montaña del destino. Llegó una nueva inspiración, ser actriz (por cierto, Marlene Dietrich no toleró estar en el mismo espacio que yo: la incapacidad de ser opacada). Pero actuar tampoco fue suficiente.
Mirada aguda. La imagen es un mundo propio, instrumento paraarticularse desde adentro. Hacer arte con ella a través de una cámara: suverdadero destino.
—“Cineasta nazi”. “La cineasta de Hitler”. “Amante de Hitler”. “Amante de Goebbels”. Estigmas. Pero escuchó usted bien: una mujer cineasta, la misma a quien Adolfo Hitler le pidió filmar las campañas propagandísticas durante su mandato después de conocer por azar su trabajo como directora (La luz azul fue mi primera obra).
Con semejantes calificativos se olvidaron de la mujer que dirigió en losaños treinta dos de las producciones filmográficas más importantes del siglo XX:El triunfo de la voluntad (1934) y Olympia (los juegos olímpicos de 1938) . Seolvidaron de la mujer que muchos años después de haberle arrebatado sucarrera (de haberla casi despedazado por colaborar con el régimen brutal alterminar la Segunda Guerra Mundial) viajó a África para capturar la bellezanegra encarnada en los pueblos nuba. No olvida el mar, porque también viajó asus profundidades a los setenta años para fotografiar los azules y coloresintensos de peces, arrecifes, paisajes marinos.
—Revolucioné el cine. Cámaras en movimiento, fotografías desde el cielo, nubes, aviones, sus sombras en tierra alemana. Figuras monumentales captadas desde hoyos terrestres.
Mostró la grandiosidad de los cuerpos, el hombre frente a la naturaleza. La violencia de ambos, fuerza, fortaleza. Fue ella: Leni. Leni Riefenstahl. Partícipe y creadora del renacimiento alemán después de haber sido golpeados por la guerra primera.
Nadie le dice qué y cómo hacerlo. Los lentes son tales, las cámaras éstasotras, los planos éstos, las horas de despertar cuando el sol despunte, y las dedormir se les informaré a su debido tiempo.
Vuelvo al momento específico. Respirar es complicado a veces. LaSegunda Guerra había estallado. La gloria que tuvo un día en el ámbito artísticocinematográfico estaba sepultada entre la miseria, la muerte, el destierro, laseparación de la madre, del marido, la traición de amigos que sentíaentrañables, la soledad.
—Me dirigía en un carro de labriego a mi casa junto con otros hombres. Los estadounidenses nos detuvieron, escapé, poco después, me detuvieron otra vez, escapé una vez más. Por fin llegué a mi hogar. Había sido ocupado por los norteamericanos. Llegó el momento de mi cuarta detención. El miedo, la incertidumbre, la celda en donde fui apresada en la cárcel de Salzburgo, el frío, los llantos de las mujeres desconocidas que tuve como compañeras (una de ellas parecía haber perdido la razón), los gritos de hombres golpeados en el patio no fueron nada a comparación de lo que conocí. “La privación de la libertad me parecía peor que la pena de muerte”, escribí alguna vez. Antes del interrogatorio, al día siguiente de mi apresamiento, me desnudaron y examinaron. Después, ya con ropa puesta, me llevaron al patio. Era la única mujer entre varios hombres. El militar al mando llegó. Cuestionó a cada uno:“¿Pertenece usted al partido?” “No”, contestaban. Aun así eran golpeados yderribados. Llegó mi turno. El hombre condecorado besó mi frente, me dijo enperfecto alemán a pesar de ser estadounidense: “has sido valiente, muchacha,sigue así y vencerás”. Después nos llevaron a otro campo de prisioneros del VIIEjército de Estados Unidos. Dos días después me interrogaron. El horror inició.
Le mostraron fotografía de gente desvalida, desnutrida, montañas decadáveres. La pregunta fue si sabía sobre aquello, sobre los campos deconcentración. No. No lo sabía, aseguró.
—Yo me preguntaba, ¿quiénes eran esas personas? ¿Por qué estaban en esas condiciones? ¿Por ordenes de quién? ¿Por qué me lo enseñan? ¿Era parte de una tortura psicológica? Me llevé las manos a la cara.
El horror tiene ángulos esqueléticos, ojos enormes, niños desnudos,muertes apiladas como tubérculos congelados.
—Creí lo que me dijeron los nazis: aprisionaban a traidores al país, espías contra el régimen. Tenía amigos judíos, migraron. Migraron... Un mareo se apoderó de mí. Perdí el equilibrio. El universo entero cayó con un ruido estrepitoso. No tengo nada qué revelar. Trabajé para el régimen nazi. Nunca fui miembro del partido. No fui cómplice del horror. Hice arte. Trabajé por ello, por mi pasión, por la imagen, por proyectar luz y sombra en una tierra que debía levantarse otra vez. Creí en Hitler. Admiré a Hitler. Cómo pudo ser capaz de tolerar crímenes, ¿o era él quien los ordenaba? No era posible. No podía ser posible.
Permaneció algunas semanas presa. La trataron sorprendentementebien. En ocasiones tomaba el té con el comandante y sus oficiales. Sabían quiénera. Sabían de su talento.
—Me sentía confundida, traicionada. Enfurecida, porque además de la verdad que debía cargar por el resto de mi vida, me pedían hablar sobre las intimidades del führer, sobre sus genitales, por ejemplo, diciendo que fui su amante. Jamás. Yo soy un talento reconocido. Mi cuerpo, mi dignidad están intactos.
3 de junio de 1945 fue liberada. Entregaron a Riefenstahl un documentocomprobatorio de que no había nada en contra suya. No fue cómplice delgenocidio, dijo. Nadie más lo creyó. Pocas personas lo creen. Para la mayoríafue una nazi y lo que eso conlleva en la historia.
⎯Estuve a punto de creerles. Pero creí en mi inocencia.
Aun con una reputación deshecha, sin dinero, con los negativos de suspelículas decomisados o destruidos, siguió adelante trabajando por poca pagaen donde fuera. Décadas después, África la llamó bajo su cúpula pinchada deluz estelar. La negritud brillante era su nuevo destino: imágenes para el futuro.Consiguió los recursos. Estar atenta a las señales de vida: una fotografía fue eldetonante.
—Si muero hoy: pido un último respiro, uno que sea en paz.
No sabías, Leni. Capturaron a cientos ahí cerca, muy cerca... Aquí también hay quienes no quieren saber lo que ocurre en los montes.
Respira.
Valeria Matos mezcla realidades de otros tiempos y ficciones a través de la escritura. Tiene el título de Maestra en Estudios de la Mujer de la UAM-Xochimilco y es Licenciada en Historia por el Instituto Cultural Helénico-UNAM.
Está interesada en el análisis de los procesos históricos y los productos culturales con el objetivo de visibilizar la participación de ellas y la inequidad entre los géneros. A partir de lo anterior, reflexiona sobre el presente. Su tema preferido: la presencia de mujeres. Habla de esto (y por lo tanto de la vida) en el Museo Memoria y Tolerancia, en donde la invitan muchos viernes al año.
Cuenta con diversas publicaciones, que incluyen Esencia de Líder (2016), bajo el sello Grijalbo, en coautoría con Alejandra Llamas, y ¿Vivir del arte? Sí. El universo del mercado y la valuación de las artes plásticas (2018), en coautoría con Rafael Matos, publicado por Puntal, Fundación Javier Marín.
Es heredera de la insurrección femenina. Es la molestia del siglo, es feminista.